domingo, octubre 01, 2006


DIAS DE RADIO

Aun conservo en mi casa esta antigua radio que heredé de mis padres. Le he hecho un arreglito con el photoshop. Creo recordarla en el salón de casa desde que tengo uso de razón. De niño me encantaba apretar los botones que decían "Jazz" "Orquesta" "Palabra". Cuando los toqueteaba demasiado, llegaba la voz de mi madre desde la cocina, " ¡Paco, deja los botones, que los vas a romper!". Con los años la radio se tuvo que repartir el cariño de los de la casa con el televisor Fercu, en blanco y negro, el primero que tuvimos. Mi padre prefería escuchar la radio y mi madre ver la tele. Han pasado años pero me parece que fue ayer, cuando yo, ya acostado, oía los pitidos que producía la radio cuado mi padre intentaba, por la onda corta, sintonizar las radios extranjeras que emitían en español, principalmente Radio France Internacional o Radio Tirana. La escuchaba al mínimo volumen, eran los últimos años del franquismo y aun se temía el chivatazo de algún vecino. Era la única forma de saber lo que pasaba en la política española.
No sé porqué escribo estás cosas, me ponen triste, será que echo de menos a Javi que lleva más una semana a varios miles de kilómetros de casa y aun le queda otra semana de estar fuera.

Suena, aparte de la cisterna de mi vecino, que ha debido de tener su momento "All brand", o me imagino que suena, algunas de las voces del magnifico cuadro de actores que tenia Radio Nacional de España, geniales representando teatro radiofónico.

Foto y texto: Paco Molina. Escrito a orillas del Mediterráneo el 1 de octubre de 2006, Tal día como hoy, hace 75 años, las Cortes Constituyentes aprobaron el derecho al sufragio de las mujeres en España.

lunes, septiembre 25, 2006

KO


El púgil aquí fotografiado probablemente se desplazó al combate en avión, tren o bus. Lo hizo, supongo, con todos los papeles en regla. El combate fue uno de los que se celebraron en Sevilla a mediados de los años noventa dentro de los actos de un congreso internacional de boxeo. Para una agencia de prensa gráfica cubrí la información de ese evento.
Sé que el tema de la inmigración es complicado, muy difícil y generador de polémicas. Gobernantes y estudiosos de todo el mundo tratan de hallar soluciones a este drama humano, algunas de las soluciones que plantean son muy poco humanas. Yo no tengo preparación para hablar de este tema, sólo puedo expresar mi humilde opinión basándome sólo en lo que me dicta el corazón.
Salvando todas las distancias que hay entre un combate de boxeo y la llegada de emigrantes subsaharianos en cayucos, veo en este boxeador, tirado en la lona y a segundos de perder el combate por KO, la misma mirada que he visto en esos seres humanos que están llegando a nuestras costas. Igual que al púgil, a los que llegan en cayucos se les acaba el tiempo en su África, un continente entero está a punto de perder por KO, por los golpes que les están dando. El SIDA, el hambre, las guerras, los enfrentamientos religiosos, los desastres naturales, el expolio que hicieron las potencias colonizadoras y los regímenes corruptos han noqueado a millones de seres humanos. La misma mirada perdida, desorientada y llena de incertidumbre que tiene el púgil por mí fotografiado veo en los que llegan buscando algo de futuro. E igual que en la foto, veo una mano blanca que les está contando el tiempo que les queda de esperanza antes de que el juez decrete el KO. 1,2,3,4,5,6,7,8,... ¡Paremos la cuenta!




sábado, septiembre 16, 2006


SEPIA

Las fotos que actualmente nos hacemos con nuestros amigos, dentro de algunos años serán como estas. Descoloridas. Quizás amontonadas en algún mercadillo donde los que nos sobrevivan, o alguien que las ha encontrado en un contenedor de basuras, las han llevado para ser vendidas. Algunas veces las compro para mi colección, las adopto, no quiero que sean huérfanas de vivos. Al final, la vida queda en eso... en fotos color sepia.
http://www.fotolog.com/pacobigmoli


Estas fotos son de mi colección de fotos antiguas. La de la derecha fue tomada en el estudio de E.M. Barreto en San Miguel, Manila ( Filipinas), entonces colonia española, al final del Siglo XIX. Parecen soldados españoles. La otra foto no está identificada pero debe de ser de la misma época

P.S: Las digitales si se pasan a papel, también.

viernes, agosto 25, 2006



VERANO Y SIESTA

Relaciono siempre siesta con verano, aunque en invierno y entre mantas también me gusta echarme alguna, magnífica terapia para los días grises y aburridos. Pero la siesta en verano es imprescindible para mí. Nada más acabar de comer y casi como un zombi me arrastro al dormitorio, sobre todo si, como sucede en los días calurosos, llevo una buena dosis de cervezas en el cuerpo. A veces las obligaciones me hacen reducir la siesta a un breve relax en cualquier sillón o sofá. El despertar de la siesta es también para mí el mejor momento para "hacer el amor", es decir, follar. Recuerdo mis siestas de cuando era un chaval en la casa de mi abuela, en plena campiña sevillana. El calor, la edad y las hormonas revueltas hacían que antes de dejarse caer en el sueño acabara uno con la mano y los calzoncillos pringados. Como fondo musical durante el acto de Onán el cantar de las cigarras o chicharras como se les llama por esas tierras. Y aún sin soltármela, como pajarillo atrapado en la mano, caer en el sopor y no poder evitar cerrar los párpados. ¡ Me entrego a ti, sueño!

Hemos internacionalizado la palabra siesta. Cuando he hablado con extranjeros una de las palabras en español que conocen es siesta, junto a paella, sangría, tapita o chorizo. Vocabulario muy turístico.

No voy a contar aquí las virtudes que le achacan a la siesta, no creo que haga falta hacer apología de esta maravillosa práctica, que es defendida por médicos e incluso, dicen, ayuda a aumentar la productividad en aquellos centros de trabajo dónde el personal come y se les permite un breve relax. Sólo diré que yo, aunque parezca contradictorio, duermo mejor por la noche cuando me he pegado una buena siesta.

Evidentemente no es sólo en España donde se echan siestas. Traigo aquí una foto que hice en Australia. El señor que sestea aprovecha un rato de tranquilidad en su kiosco, situado junto a la estación central de Melbourne. Supongo que acababa de comer, seguramente su menú sería algún plato de "noodles" comprado para "take away" en alguno de los establecimientos de comida china cercanos y aunque no haya habido en su almuerzo gazpacho, paella o sardinas asadas ( menú tan nuestro en verano), y tampoco lo haya regado con cerveza o tinto de verano, no ha podido evitar, igual que nos pasa a nosotros, sucumbir a la llamada de Morfeo. Parece que el dios del sueño es el único que trabaja en verano a medio día. Podrán observar que el buen quiosquero aunque venda la revista Bazaar no se deja influenciar por el "glamour" a la hora de vestir. ¡Hace bien!

Foto:©Paco Molina/ Melbourne (Australia) 2006. http://www.photorecursos.com
Texto: Paco Molina/ Verano 2006. Costa de Almería ( España)

domingo, mayo 21, 2006







Billares


En Australia hay una gran afición al juego del billar. Raro es el pub o bar que no cuente con al menos una mesa de este juego de bolas, tacos y agujeros. En los bares de ambiente gay tampoco faltan las mesas de billar, así que no es nada raro ver a los gays, muchos de ellos osos, armados con el taco y tratando de meter las bolas en el agujero.

Yo nunca he sido aficionado al billar, pero frecuenté billares cuando joven. Casi a diario iba a una pequeña sala de juegos que había en mi barrio de Sevilla. Allí nos reuníamos los amigos para echar una partida de billar, futbolín o de máquina Petaco o flippers, que es como entonces llamábamos a las pinballs. Éramos amigos y vivíamos en el mismo barrio donde me crié, compañeros de colegio y algunos también vecinos del mismo bloque de pisos. Teníamos esa sana camaradería de nuestros años adolescentes y compartíamos muchas cosas, desde el bocadillo de mortadela de la merienda a los cigarrillos sueltos que comprábamos en el quiosco. Fumábamos y después de cada calada al pitillo, casi compulsivamente y al unísono, escupíamos saliva entre los dientes. Eso nos parecía muy de machos. Nos intercambiábamos o nos jugábamos estampas de futbolistas y hablábamos de tebeos (comic), de fútbol, de cómo nos había ido el día en el colegio y de lo mamón que era Don Jacinto, el más odiado de los maestros de nuestro “cole”. También hablábamos de sexo y de los cambios que estaban sufriendo nuestros cuerpos, casi siempre exagerando y, por supuesto, independientemente de lo que de verdad nos pudiera gustar, hablábamos de chicas, de lo buena que estaba tal chavala, aunque por la edad era más imaginación que conocimiento. A veces la conversación acababa en erección, cosa que, al menos para mí, era lo más divertido, ya que el siguiente paso era la paja y, como la cabra siempre tira al monte, incluso desde joven, algunos nos las ingeniábamos para que la paja no fuera solitaria. ¡Bendita edad!

Años después, al final de los 70, de vez en cuando me daba una vuelta por el Café Madrid, unos billares que había en la calle Sierpes de Sevilla y que no tenían la inocencia del billar de mi barrio. En esos billares se reunía una variopinta fauna y, como ya decía en una anterior entrada de este blog titulada “Tatuajes”, entre los asiduos del local estaban muchos jóvenes chaperos que mercadeaban con sus cuerpos y homosexuales que acudían a comprar carne. Aunque los años de posguerra ya quedaban lejos, no debía ser muy diferente al ambiente del billar que retrata Cela en “La colmena”, donde los personajes homosexuales de la novela, Don Julián “la fotógrafa” y “El Astilla”, iban a los billares “a ver posturas”. En la zona de billares del Café Madrid era frecuente ver a los jóvenes chaperos jugar en las máquinas Petaco y alrededor de ellos a algunos “carrozas” pendientes del movimiento de las bolas, que parecían ser impulsadas por la pelvis del chulo más que por los flippers. Algunos no iban sólo “a ver posturas” sino a llevarse a algún “posturitas” a una de las pensiones cercanas y olvidarse por pocas pesetas de la penuria, de la homofobia y del ambiente cutre y casposo que se vivía en aquellos años.

Estos billares de Sevilla también eran frecuentados por jugadores “profesionales”, tipos que se pasaban allí todo el día jugándose el dinero. Sobre el tapete de las mesas se podían ver las apuestas y, en alguna ocasión, vi cantidades de dinero que en aquella época me parecían importantes, con billetes del color del tapete. Ninguno de estos “profesionales” se parecía a Paul Newman en “El buscavidas”. La apariencia de estos buscavidas era la propia de los residentes de los barrios más marginales de la Sevilla de entonces. Los dedos que utilizaban para apoyar la parte delantera del taco a modo de arco estaban amarilleados por la nicotina, las uñas sucias y largas, especialmente las de los dedos meñiques, y sus ropas baratas tampoco estaban en muy buenas condiciones. Sus prematuras arrugas reflejaban la penuria de sus vidas. El alcoholismo, la marginalidad, la falta de trabajo fijo y, en algunos casos, sus antecedentes delictivos hacían que fuera casi imposible salir de ese modo de vida. Algunos lucían grandes anillos o pulseras esclavas de oro, probablemente compradas a algún ditero que les cobraba intereses usureros o eran joyas recibidas como pago por servicios poco legales. Si te acercabas a ellos por la mañana cuando estaban recién levantados, aunque no se hubieran duchado, olían como si se hubieran bañado en colonia barata comprada a granel. Entre los “profesionales” del billar había un hombre que me llamaba la atención por lo grueso que estaba. Tenía que presionar su blanda barriga sobre las bandas de la mesa para poder llegar con el taco a la bola. No se parecía en nada a “el Gordo de Minnesota” (la foto en blanco y negro), papel interpretado magistralmente por Jackie Gleason en la película “El buscavidas”. El compañero de reparto de Paul Newman era mucho más elegante.

Los trileros, los “profesionales” del timo de “¿dónde está la bolita?”, también frecuentaban el billar de la calle Sierpes. Después de haber pegado el sablazo a algún guiri, a algún pueblerino o a algún “enterao”, que pensaba que sus ojos eran más rápidos que las manos del trilero, se repartían los beneficios en algún rincón de los billares. Solían ser muchos a repartir. El negocio necesitaba mucha gente: trilero, ganchos, avistadores y una gran caterva de gente que garantizaba la integridad física del trilero si un “primo” estafado se rebotaba. Las herramientas del negocio eran pocas: unas bolitas de papel, unos pequeños cubiletes o chapas de cerveza, aunque algunos también usaban naipes arqueados a lo largo, y una caja grande de cartón vacía. Y como local, toda la calle Sierpes. A veces se les veía entrar en tropel por la pequeña puerta lateral de los billares que daba a la calle Rivero. La precipitada entrada era debida a que alguno de los avistadores se había percatado de la presencia de algún policía municipal aproximándose al negocio y había gritado “¡agua!”. Cuando pegaban algún palo, y antes de que el incauto reaccionara, el trilero y sus “socios” huían corriendo, cada uno por alguna de las bocacalles de Sierpes, pero al final el “consejo de administración” se reunía en el billar.

Como ya habréis observado, los amigos que aparecen en la foto con la que ilustro esta entrada, fotografía que hice hace poco en una fiesta del Club Bear de Sydney, tienen un “look” infinitamente mejor que los buscavidas que he descrito de la Sevilla de mis años juveniles.

lunes, febrero 13, 2006


¡VAYA CON VALENTÍN!

El todopoderoso Dios del consumismo ha declarado que el 14 de febrero, Día de los Enamorados, sea un día para gastar. Para ese día el mensaje no es “dale un beso”, ya que eso es gratis. El mensaje repetido hasta la saciedad es ¡cómprale! No se libra ningún país o cultura. La globalización, que no sirve para llevar alimentos o medicinas a los países más pobres del planeta, sí sirve para llevar estos mensajes a todo el que pueda gastar algún dinero. Ni las más duras soflamas lanzadas por los ultra ortodoxos de diferentes signos y culturas, que han declarado este día “no apto” para celebrar, ya que es contrario a su religión, cultura o tradición, han servido para evitar que los tortolitos, unas veces sinceramente y otras presionados por el entorno, se regalen algo en ese día. Para los mas pobres será un pequeño detallito, un dulce o cualquier menudencia comprada en una tienda de artículos “Made in China”, artículo que, probablemente, cueste menos dinero hacer que el papel en que se envuelve o la caja roja que lo contiene. Los pudientes tirarán de la visa y sorprenderán a su pareja (a la oficial y, en muchos casos, también a “la otra”) con un artículo de lujo. Dependiendo del cariño, o quizá para apaciguar las tormentas que haya en la relación, así será el regalo. Dicen que no hay nada mejor como regalar diamantes para tranquilizar conciencias, aliviar el dolor de cuernos, o para suplir el abandono en el que se encuentra la pareja debido al exceso de trabajo. Eso parecen decir en sus anuncios los vendedores de diamantes, aunque probablemente el escuchar a la pareja, dedicarle más tiempo o un beso inesperado y sincero sirva más que el brillo de la preciada piedra. ¿Oh quizás no?

¿Quién era ese Valentín? ¿Qué meritos tenía para que la Iglesia lo elevara a los altares?
En casi todos los casos, la vida de los Santos de la primera época del cristianismo es una mezcla de leyendas antiguas, mitos y adaptaciones del antiguo régimen pagano romano al nuevo régimen instaurado por Constantino. Hechos más o menos reales de la época, como persecución, tortura y asesinato de los seguidores de la nueva religión, se aderezaban con algo de mística o hechos sobrenaturales. Así se fabricaban los Santos y mártires. Artistas plásticos de diferentes épocas han pintado a los Santos como seres lánguidos, con los ojos perdidos o mirándose el halo, físicos andróginos y unas posturas que parecen estar flotando en una nube de plumas. También parece que todos los Santos eran aficionados a la colombofilia, no hay ninguno que no se haya pintado con un palomo. Creo que la imagen que han pintado de estos hombre no puede corresponder a la verdad, ya que tenían que haber sido muy fuertes para aguantar las perrerías que les hacían. El catálogo de atrocidades es enorme: latigazos, cadenazos, heridas con cualquier cosa que pueda clavarse, despellejamientos, quemaduras y otras mil formas y maneras hasta acabar con ellos. Para matarlos tenían un buen abanico de métodos, desde ser comidos por fieras, empalados, crucificados o decapitados. Estos primeros cristianos, cuando pasaron de ser perseguidos a perseguidores por hacerse el cristianismo la religión oficial del Imperio, aplicaron con el mismo cariño esas prácticas a los que no aceptaban de buena fe la religión o se desviaban de los principios impuestos por el jefe de la nueva Iglesia. El martirologio y las actas de las prácticas inquisitoriales deben ser el libro de cabecera de cualquier sádico asesino que se precie.

De Valentín no se sabe mucho. Parece que vivió en el Siglo III, era sacerdote cristiano y hay varias historias de por qué fue detenido, torturado y después decapitado. Una cuenta que se opuso a la ley que decretó el Emperador Romano Claudio II referente a prohibir el matrimonio a los hombres jóvenes (los jóvenes en aquella época, dada la esperanza de vida, debían ser niños). El Emperador pensaba que los hombres solteros eran mejores soldados (sin comentarios). Un sacerdote llamado Valentín desobedeció la orden del emperador y secretamente casaba a las parejas jóvenes por el rito cristiano. Otra historia dice que Valentín era un cristiano que hizo amistad con muchos niños (también sin comentarios) y los romanos lo apresaron porque rehusó adorar a sus dioses. Los niños extrañaban a Valentín y le tiraban pequeñas notas a través de las rejas de su ventana. Algunos dicen que éste es el motivo por el que tradicionalmente se envían mensajes postales de felicitación. Otra versión cuenta que Valentín obró el milagro de devolverle la vista a una ciega, hija de su carcelero. Ésta es la que me parece que tiene más morbo. Si leemos la vida de los santos de la primera época del cristianismo y su martirologio veremos que es muy recurrente que estos hombre sintieran aprecio y deseo de hacer el bien a sus captores y torturadores. Algo así como lo que después se ha dado en llamar Síndrome de Estocolmo. Pues el bueno de Valentín sintió un profundo aprecio por el jefe de sus carceleros llamado Asterius. Cuando fue llevado ante él, éste se mofó de la religión cristiana y retó a Valentín a que si su Dios era tan poderoso y misericordioso devolviera la vista a su hija ciega de nacimiento. Y San Valentín lo hizo. Lo bueno que hay que ser para querer hacer el bien a quien te está torturando. ¡Un Santo! Si Asterius era como los jefes de romanos que sacaban en las peplum, o en películas más modernas como Gladiator, con esas falditas cortas con sus tiras de piel alrededor de la cintura, con unas patorras como columnas, algo así como “mayorettes letheronas” y marcando paquete, me imagino al pobre de Valentín diciéndole “yo te hago un milagrito o dos”. A pesar de realizar el milagro, fue decapitado.

Se dice que Valentín fue ejecutado un 14 de febrero y por ese motivo el Papa Gelasio I dedicó ese día a San Valentín. Pero esa fecha esconde algo más terrenal, más relacionado con el sexo, la sangre y el esperma. Los antiguos romanos celebraban el festival de Lupercalia a mediados de febrero. Eran unos ritos para pedir protección contra los lobos. En esa festividad pagana los hombres jóvenes golpeaban a la gente, especialmente a las mujeres, con tiras ensangrentadas de piel de animales porque pensaban que los latigazos las hacía más fértiles. Después de la sesión sado-masoquista se ponían a follar como posesos. Así que muchos historiadores relacionan esa fecha, día de San Valentín, con el festival de Lupercalia y la fertilidad. Parece que ésta es una más de las adaptaciones que hicieron los romanos, tras hacerse cristianos, para adecuar sus festividades paganas a las cristianas y a los decretos religiosos del Obispo de Roma, Jefe de la nueva religión.

Mis mejores deseos para el día de San Valentín y, sí tienes algo que celebrar, no seas rácano con tu pareja y tira de la cartera. Los bancos, las multinacionales, el comercio y las tarjetas de crédito te estarán muy agradecidos por dejarte exprimir.

miércoles, enero 18, 2006



UNIFORMES

Gays que se ponen uniformes militares o policiales hay muchos. Cuidan al mínimo los detalles. En alguna ocasión he visto a alguno tan perfectamente vestido de policía motorizado de los Estados Unidos que, de no haberlos visto en determinado lugar o a ciertas horas, podría estar en duda de si era o no policía de verdad. Hubo un tipo que, por la forma de mirarme, parecía que iba a pedirme la documentación de un momento a otro. Al final lo que hizo fue hacerme la prueba del alcohol, pero en lugar de hacerme soplar, aspiró. La primera vez que visité Colonia, Alemania, en 1995, me llamó la atención la cantidad de gente que había uniformada en la zona gay. Aquello parecía el Día de las Fuerzas Armadas y que después del desfile la tropa había decido ir a tomar unas cervezas al barrio gay. Y no sólo la tropa. Por la edad, había más de un general. De algunos cinturones colgaban porras, cartucheras y hasta granadas de plástico. Sin llegar a esos extremos en el atrezzo, a otros nos gusta llevar algún detallito. Yo, por ejemplo, suelo ponerme al cuello una placa de identificación militar. Mi placa es real, no la he comprado en ninguna tienda de parafernalia militar o de complementos para modernos. Se la dieron a mi pareja cuando, estando en edad de movilización, residió en un país del norte de Europa. Su nombre y algunos datos aparecen grabados en la placa y también he hecho que graben el mío. Tengo un pantalón de camuflaje y mi última adquisición ha sido una camisa caqui, comprada en Sydney, con galones y el nombre del soldado a quien perteneció. El nombre se lo he quitado y la graduación me parece baja (a mi edad no se puede ser sólo sargento, a no ser que se sea chusquero), así que acabaré quitando los galones. Sólo me he “militarizado” para un par de fiestas.

Novelas, cine y series de televisión han hecho que la policía de Nueva York sea conocida en el mundo entero. Los uniformes de los hombres de azul los hemos visto tantas veces que el anagrama del NYPD debe de ser uno de los más famosos del mundo. Si pensamos en NYC posiblemente primero aparecerá en nuestra mente el logotipo de la ciudad, el genial diseño gráfico realizado por Milton Glaser en 1973 “I LOVE NY” (en el que un corazón rojo sustituye la palabra “Love”), quizá imaginemos a taxis amarillos por la Quinta Avenida y, más pronto que tarde, veremos patrullar por las calles, porra en mano, a los hombres de azul. A los turistas les gusta fotografiarse con ellos. La policía de Nueva York vende. Y vende una barbaridad. Es impresionante el éxito que tiene el “merchandising” del NYPD: camisetas, gorras, tazas de café, bolígrafos, etc.

Para comprar camisetas los mejores clientes deben de ser los gays. No hay gay que se precie que no se traiga de NYC una camiseta ajustadita del NYPD, ya sea para lucir músculos o michelines. Nunca sé si estos souvenir “ponibles” que traemos de fuera los compramos porque nos gustan o para dejar patente que hemos estado allí, que estamos viajados. ¿Qué razón hay para que sean las camisetas con el anagrama y escudo del NYPD las que más se vean en el ambiente? ¿No podría ser otro cuerpo policial? Imaginemos. Con la enorme cantidad de turistas que visitan España, más de 60 millones el año pasado y muchos de ellos gays, quizá la dirección de la Guardia Civil podría poner a la venta (no sé si ya se hace) camisetas y tricornios en tiendas de souvenir . Aprovechando la enorme publicidad que ha supuesto que el Papa Benedicto XVI se haya puesto un tricornio (a S.S. parece que también le encanta un uniforme, ya que en su corto papado además del tricornio, la mitra y el solideo, le hemos visto encasquetarse un casco de bombero, un “colbacco”-sombrero con plumas de los carabineros y del ejercito italiano-, y un gorro de Papa Noel) y haciendo una buena campaña de “merchandaise” al estilo del que hace el Real Madrid con sus camisetas, es posible que en poco tiempo se pusieran de moda en Europa las de la Benemérita. Los turistas volverían a sus países cargados con camisetas para lucirlas en los locales, especialmente en aquellos que se exige “dress code”. Los Eagle, Cox, RoB (por nombrar sólo algunos) llenos de tipos luciendo camisetas del cuerpo fundado por el Duque de Ahumada. ¿Lo podéis imaginar?

Ya sé que el tirón mediático a nivel mundial de los hombres de azul de Nueva York es superior al de los hombres de verde. Los policías de las calles de Nueva York son más “de película”, aunque a los nuestros también los hemos sacado en el cine (véase “El Lute”). Eso sí, los actores que hacían de guardias en la película de Vicente Aranda andaban más escasitos de músculos (no estaban de moda los gym) que los “súper policías” de pego que veo aquí en el ambiente con las camisetas del NYPD. Estos tienen una apariencia física envidiable, verdaderas montañas de músculos y clembuterol, y algunos tan metidos en el papel, que parecen estar actuando en un film de Hollywood y creyéndose un poquito Rambo. Lástima que a mí me guste más el cine de Woody Allen.

martes, enero 10, 2006


TATUAJES Continuación

Nuestra especie se viene tatuando desde hace miles de años. Se encontró hace unos años en un glaciar entre Austria e Italia a un cazador neolítico congelado. En el cuerpo congelado se pudo apreciar, debido a su buena conservación, que llevaba tatuajes. Se estimó que vivió hace más de 5000 años. Antes de ese descubrimiento, los tatuajes más antiguos que se tenían documentados eran los de la momia egipcia Amunet, que vivió unos 2000 años antes de Cristo. Parece que era muy común el tatuaje en el Egipto de los faraones. Solían tatuarse a sus divinidades.

Después del cautiverio en Egipto, la Ley Mosaica prohibió el tatuaje para los hebreos. Se lee en la Biblia: “No se harán incisiones en la carne… tampoco tatuajes sobre la piel" (Levítico 19:28). Según la interpretación talmúdica, los tatuajes son inaceptables “para el pueblo elegido” porque ellos son derivados de las costumbres paganas. Esa prohibición continuó hasta los cristianos. Cuando Constantino hace de la religión cristiana la oficial del Imperio Romano, decreta la prohibición del tatuar a los esclavos, práctica que era común para marcarlos, cosa que también hacían los griegos con los delincuentes.

En el mundo occidental cristiano se mantuvo esa prohibición y eran mal vistos los tatuajes por las diferentes iglesias cristianas, aunque parece que algunos cruzados antes de iniciar el viaje a Tierra Santa se tatuaban cruces. Hasta hoy en día se sigue polemizando en las iglesias cristianas sobre el tema de los tatuajes. Hay personas de convicciones religiosas que aprueban el tatuaje, hay incluso una asociación de tatuadores religiosos. Otros demonizan la práctica del tatuaje. Leo en una web cristiana: “Los tatuajes que presentan una mayor preocupación pastoral son los que representan afiliación a pandillas, a falsas espiritualidades como la Nueva Era, al ocultismo, etc. Estos tatuajes suelen incluir formas grotescas o signos agresivos o irreverentes. Ningún cristiano debe utilizar este tipo de tatuaje ni permitirlo a sus hijos.” La página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María (corazones traspasados… ¿es eso piercing?).

Mientras en la zona del mundo con influencia de la religión cristiana y de la cultura occidental el tatuaje casi desapareció, en la otra parte del mundo floreció. En Japón, China y en las islas polinesias alcanzó un gran virtuosismo, muy especialmente entre los maoríes. Los marineros que viajaban con el explorador inglés James Cook (el mismo que declaró británica, tras su desembarco, a Australia) en sus viajes por los Mares del Sur en el Siglo XVIII descubrieron el tatuaje y aprendieron la técnica que utilizaban los maoríes. Entre los marinos ingleses empezó a popularizarse el tatuaje y de puerto en puerto la práctica de hacerse tatuajes entre los hombres de la mar se fue extendiendo. Durante muchos años el tatuaje se identificó con marinos y con los ambientes más aventureros, exóticos o sórdidos de las ciudades portuarias. La canción Tatuaje, que ya comentaba en la primera parte de este post, habla de marineros extranjeros, tabernas portuarias, de aguardiente, de amores imposibles y se intuye que la mujer protagonista de la canción ejercía la prostitución.

En los años sesenta empezaron a verse en España tatuajes. En aquella época tan sólo algunos marineros, los legionarios o gente marginal estaban tatuados. Con el “boom” turístico español de los años setenta, en las playas españolas se empezaron a ver a muchos “guiris” con sus brazos tatuados. A partir del final de los ochenta mucha gente de ambiente gay empezó a tatuarse en España. En los últimos años el tatuarse se ha convertido en moda. Los diseños y motivos han ido variando en estos años de proliferación del tatuaje, desde unos pequeños y discretos hasta los que ocupan gran parte del cuerpo.

El tatuaje, al convertirse en moda y llegar a todas las esferas sociales, ha perdido gran parte de su connotación de marginalidad o rebeldía (multimillonarios ídolos del deporte o de la música exhiben sus tatuajes y los convierten en moda popular entre sus seguidores o imitadores, quizá algunos creyendo que pueden dar la misma imagen de éxito, de riqueza o estilo que sus ídolos). Aunque hay tatuajes y tatuajes. Hay muchos con carácter provocativo. Entre grupos pandilleros pueden llevar implícito mensajes violentos, pero en líneas generales llevar hoy un tatuaje simplemente es moda. Muchos de los tatuajes no llevan tras de sí una historia, simplemente se va al tatuador, se escoge un diseño y listo. Quitar un tatuaje es más difícil, caro y doloroso que hacérselo. La gran mayoría de las veces, la decisión de quitarse un tatuaje está relacionada con el desamor. El nombre de tu chico o chica, que te tatuaste por amor, después de la ruptura puede ser aborrecible. También se suelen quitar algunos de carácter ideológico si se ha evolucionado hasta otras posiciones políticas o religiosas.

En las playas, saunas y discotecas de Sydney se ve mucha gente tatuada y, por la calidad que se aprecia, debe de haber muy buenos tatuadores. Es muy elevado el porcentaje de hombres entre 20 y 40 años que están tatuados, muy especialmente entre los gays. En la fiesta gay Sleaze, que servía para recaudar fondos para el Mardi Gras 2006 y a la que asistimos unas 7000 personas, era difícil ver un cuerpo sin tatuajes. Está tan popularizado aquí el tatuaje que creo que puede ser señal de individualismo o insumisión al “establishment” gay no tenerlo. Esa “desmarginalización” del tatuaje hace que personas de toda clase, estilo y cultura estén tatuados. Puedes encontrarte a chicos muy “light”, que practican un sexo muy “vanilla” y que son incapaces de matar a una mosca llevar unos tatuajes durísimos. ¡Hasta los curas los llevan!

En febrero de 2005 estuve en Roma. En la sauna Mediterráneo conocí a un tipo con quien pasé un buen rato. Llevaba un tatuaje en uno de sus glúteos. Me dijo que era italiano pero que no vivía en Roma, estaba sólo unos días por cuestiones de trabajo. Mi sorpresa fue cruzarme con él, al día siguiente, en la Piazza Navona y ver que era sacerdote. Llevaba alzacuellos e iba acompañado por otros religiosos. De haber ido solo, lo hubiera saludado. No sé si me hubiera conocido… en ciertas situaciones la amnesia es muy socorrida. Sentí curiosidad por saber si se había tatuado antes o después de ordenarse.

Si en líneas generales las apariencias engañan, los tatuajes nos pueden llevar a engaño si los tratamos de relacionar con la personalidad. Aunque, supongo, algo tendrá que ver lo que nos tatuamos con lo que somos, ¿ o no?. A mí me suelen gustar los tatuajes, hay algunos de una belleza plástica innegable. Estoy pensando hacerme uno aquí. De hacerlo ya sé el diseño. Si lo hago ya lo contaré.

Flash Ficción:
Las autoridades sanitarias están alarmadas. Los centros de terapia láser abarrotados. Dermatólogos y departamentos de quemados de los hospitales colapsados. Todo empezó cuando una revista de moda declaró que los tatuajes se encontraban "OUT”.