lunes, junio 28, 2010


CSI, España años 60 y las pajas

El buen cine policíaco siempre me ha gustado y todo lo relacionado con las técnicas que utiliza la policía científica y la práctica forense. No es de extrañar que haya disfrutado viendo algunos de los capítulos de la serie CSI. La fotografía, la ambientación de esos laboratorios, limpios como patenas, y el intríngulis de la serie americana me enganchó. Esas secuencias donde se ve llegar a los policías científicos a la escena del crimen cargados con sus equipos técnicos y miran con la fuente de luz forense la cama o el sofá donde se ha cometido el crimen y, como por arte de magia, descubrimos que esa luz azulada hace aparecer restos de fluidos corporales sobre las sabanas y, tras acercarse con sus gafas especiales a la mancha, el policía con sorna le dice a su compañera, si se ha detectado semen, “Aquí ha habido una buena orgia”. Igual que con la misma clarividencia en las películas antiguas de cine negro el detective con sombrero y gabardina tras observan una colilla en el suelo decía “Alguien ha estado fumando aquí”. Y que me dicen de que con la simple observación de un chorreón de sangre en la pared pueden saber la posición en que estaba la victima, la trayectoria de la cuchillada y hasta la posible altura y posición del atacante. El análisis de patrones de maculas de sangre, nombre técnico de examinar la forma del goterón del fluido rojo, da una enorme cantidad de información a los expertos. Lo que me ha sorprendido es leer que esa observación de la trayectoria de un fluido, en este caso semen, ya se utilizaba en la España de los años sesenta, no para hallar pistas de una violación o asesinato si no para saber si un adolescente se pajeaba, terrible pecado, o si las manchas de “leche” en su cama eran debidas a las involuntarias poluciones nocturnas, también llamadas por el autor “Reglas Blancas”. La pormenorizada descripción, que más adelante les trascribiré, estaban dirigidas a los padres de la criatura para que pudiesen averiguar si el vástago había caído en el muy enfermizo y perverso vicio de la masturbación, acto que “siempre constituye un pecado grave contra natura, en el espacio moral, y muy perjudicial en el aspecto físico”. No crean que lo escrito está sacado de un libro o revista de carácter religioso, no, está transcrito de un libro titulado “Guía Médica Sexual” editado en 1963 por una importante editorial y firmado por un Doctor en Medicina, que en su prólogo dice que la intención del libro es “contribuir a su felicidad, a su seguridad ante los problemas sexuales, y todo ello redundará en beneficio de su salud; y coadyuvará a librarles también de muchas preocupaciones y temores, apartándoles de caer bajo la influencia de informaciones equivocas, confusas” . Repito, no es un tratado de la Edad Media, no, España 1963.
Y ¿Como podían saber los padres si su hijo adolescente había caído en el “vicio solitario”? He aquí el compendio para cazar al onanista, ya sospechoso de pecador si simplemente las poluciones eran frecuentes “siempre y cuando no se llegue a las poluciones demasiado frecuentes observadas en algunos, que no pueden ser consideradas completamente inocentes por el hecho de que en la simple somnolencia, pequeños frotamientos, más o menos conscientes, contra las sabanas o ropas interiores, las transformarían en una masturbación larvada, pecaminosa”. ¿Cómo saber si era involuntaria la eyaculación o real paja? Pues observando la trayectoria que deja el fluido, como los de CSI “las poluciones se producen estando el miembro semiflaccido, en cuyo caso, la uretra, insuficientemente desplegada, impide la salida violenta del esperma. Por estos caracteres se ha pretendido establecer un casi medio diagnostico, estudiando las manchas observadas en la cama del niño, y deducir, según los respectivos casos, si se trata de poluciones de tipo espontáneo o, por el contrario, se debe a eyaculaciones producidas por masturbación. En este último caso la cantidad sería mayor. Daría lugar a múltiples manchas originadas por las entrecortadas proyecciones a distancia, producidas por espasmos eyaculatorios” Si los padres constatan que el zagalón se la menea el “doctor” da una serie de consejos para liberar al muchacho de tan pérfido vicio, que van desde que duerma en una cama con una tabla debajo, -yo pensaba que eso era bueno sólo para la espalda y no para evitar el tocamiento de zambomba- obligarlo a que haga mucho deporte y se agote, con lo cual se le supone que se le quitarían las ganas, que se le frene en todas las apetencias, especialmente digestivas, vamos que se le de de comer poco y se evite la glotonería y, como no, la intervención del director espiritual. Me imagino la escena, la madre dirigiéndose al sacerdote y pidiéndole su opinión. Padre, mire estás manchas ¿Cree usted que mi hijo peca o qué es de polución fácil? Y el cura imaginándose con todo detalle como el chaval se la menea. A esa forma de castración sicológica le llamaban educación sexual. También es sorprendente la misoginia que destila el libro "Las muchachas deberán rehuir aquellos ejercicios cuya práctica, como la del ciclismo y la equitación, puede producir irritaciones genitales, que, en algunos casos, podrían ser el origen de excitaciones eróticas."