¡Cuántas luces! ¡Qué diferencia con el campo! En el cortijo, donde siempre he vivido, cuando se pone el sol sólo dos tristes bombillas dentro de unos faroles de forja alumbran la entrada al caserón. Sin embargo aquí, en la ciudad donde me han traído, las calles están adornadas con miles de bombillas de diferentes colores. Las bombillas agrupadas por alambres y cables forman diferentes figuras, unas veces son los Reyes Magos, otras unos angelitos con trompetas y el Nacimiento, pero la que más se repite cada pocos metros es "Feliz Navidad". La gente, que abarrota las calles, parece estar feliz y cuando se encuentran con conocidos se desean felices fiestas. Pero yo estoy triste, en lo más profundo de mí hay algo que me acongoja, parece que estoy barruntando algo desagradable y no sé el qué. Este desasosiego aparentemente no tiene razón de ser, tengo una magnífica salud, como bien y tampoco me siento solo, me acompañan mis amigos de siempre. La única leve molestia me la produce la cuerda que rodea mi cuello y sujeta un pedazo de cartón donde con tiza el humano que me cuida ha escrito: "Se venden pavos vivos a 6 € el kilo".
©Paco Molina/2005
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FELICITACIÓN ¿Laica o religiosa?
Los cristianos más conservadores e integristas de los EE.UU. no deben de ver en su país (o fuera de él) nada por lo que clamar al cielo. Como el catálogo de personas necesitadas les debe de parecer poco, se aburren. Para estos integristas parece que no hay enfermedades, injusticias, hambre, guerras, calamidades, torturas, crimen o delincuencia contra lo que luchar o rezar. Ahora han iniciado una cruzada contra la mala gente que en lugar de decir "Feliz Navidad" dicen "Felices Fiestas". Eso les parece horrendo. Es la “Guerra de la Navidad”. Hasta han criticado al Presidente (que lo han puesto ellos) por atreverse a felicitar con una tarjeta que dice Felices Fiestas y no menciona la Navidad. Claro, los asesores de la Casa Blanca habrán pensado que en un país sin religión oficial no se puede hacer una felicitación que deja fuera a millones de ciudadanos que no tienen a la religión cristiana como su referente, sin contar a los del resto de la Tierra. Más de la mitad de la población del mundo profesa otras religiones. Además, para la mayoría de los cristianos la Navidad significa vacaciones, comer, beber y consumir, es decir, fiesta. Así que estos cristianos radicales y sus comandos se dedican a decirle a la población que digan "Feliz Navidad". Armados con la Biblia, cada vez que oigan a una cajera del supermercado, por ejemplo, decirle a sus clientes “Felices Fiestas” o “Felices Vacaciones”, le espetarán que está participando en la aniquilación de la Navidad y que se va a condenar en el Fuego Eterno. Para recaudar fondos (para la campaña de la Guerra de la Navidad) están vendiendo a dos dólares unas pulseritas de caucho (sí, de ese material con el que también se hacen los condones) que dice “Di Feliz Navidad”.
Celebréis lo que celebréis os deseo a todos mucha felicidad.
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