miércoles, julio 14, 2010


Con nostalgia sana recuerdo como de niño me embadurnaba mi lampiña cara con el jabón y brocha de afeitar de mi padre. Mi imaginación infantil convertía el palo plano de un polo en cuchilla. Lejanos tiempos en que los varones anhelábamos tener pelos. Muy poco tiempo después, y sin darse uno cuenta, llegaba el principio de la adolescencia donde competía con los amigos a ver quién tenía más pelos en el sobaco, pecho o en el pubis, que eran entonces unos pelillos aislados. Las hormonas revueltas e inocentes juegos con connotaciones eróticas. Tiempos aquellos en que no se había generalizado el “pelocidio” entre los varones.

Postal de mi colección. No tiene fecha, calculo mediados de los años 60. No tiene títulos de crédito.

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