lunes, noviembre 28, 2005


PELOS SÍ, PELOS NO

Para mí, el que un hombre sea o no sea peludo no es factor determinante para sentir deseo de pegarme un revolcón con él. Si el tipo me gusta me da igual que parezca que lleva puesto un abrigo de astracán o que tenga menos pelos que el chocho de una muñeca Barbie. Así que si tiene pelos, pues bien, y si no, también. Ahora hay muchos hombres que se depilan, tanto gays como heteros. Huelga decir que cada uno es libre de hacer lo que le venga en gana en esta pilosa cuestión. Supongo que quien se depila lo hace porque se siente más atractivo, más sexy que teniendo pelos. Muchos lo harán para que se vean mejor sus músculos. Ser un “muscle” requiere esfuerzo, dinero, tiempo y sacrificios en la dieta. Lógicamente se querrá que, además de los espejos, los mortales podamos apreciar tal prodigio de la naturaleza. Otros se depilarán por moda y alguno esgrimirá una de las razones más contundentes que se pueden dar: porque le sale de los cojones.

Algunos gays sienten predilección por un pecho peludo. El pelo les “pone”, y si un tío tiene más pelos que una famosa tonadillera en las patillas (y por ende en el coño), eso es un plus. Sin embargo, para otros el aliciente es que el pecho del “partenaire” tenga menos pelos que una rana. Cuestión de gustos.

Parece que con la disposición pilosa no todo el mundo está contento con la que tiene. Unos se gastan verdaderas fortunas en crece pelos, injertos y bisoñés, y otros lo hacen en productos y técnicas para cometer el “pelocidio”. Unos sufren por calvos y otros se rapan. Quiero comentar unos anuncios publicitarios relacionados con esta cuestión.
Uno de ellos lo he visto en una cadena de televisión australiana. En la primera secuencia aparece un grupo de mujeres jóvenes y guapas que corren despavoridas. Miran hacia atrás mientras corren. Por sus gestos y gritos parece que las persigue un sádico violador, un asesino o un monstruo. En la siguiente secuencia aparece el perseguidor, un hombre de apariencia muy normal. No porta cuchillo, arma de fuego o la consabida y terrorífica sierra mecánica. Se aprecia que es calvo. Mujeres y perseguidor siguen corriendo y se salen del plano. En la siguiente secuencia y corriendo en sentido contrario a la anterior, aparece el hombre calvo y ahora es él quién grita despavorido y mira hacia atrás. Seguidamente aparecen las mujeres, ahora son ellas las perseguidoras y gritan, pero sus gritos son de deseo, igual que en los conciertos gritan las quinceañeras histéricas al ver a sus ídolos. Persiguen al hombre y parece que con intención de violarlo. Ahora el hombre luce pelo en la cabeza. El anuncio es de un producto que supuestamente hace crecer el pelo. El tosco anuncio primero describe al hombre como a un salido, un acosador que no puede relacionarse con mujeres por el hecho de ser calvo. Después, hace pensar que las mujeres son tontas, unas descerebradas que por el sólo hecho de que un hombre tenga pelo en la cabeza lo van a desear vehementemente. Si primero pone al hombre calvo como a un ser patético, luego lo hace con las mujeres. Supongo que muchos hombres calvos y muchas mujeres se habrán acordado del árbol genealógico del anunciante.

Otro anuncio que me ha llamado la atención lo he visto publicado en en el periódico Sydney Star Observer, publicación dirigida a la comunidad GLTB. Ya el nombre de la empresa anunciante me choca, “hairstop”, (alto al pelo) y me sorprende que junto al nombre aparezca una señal similar a la de prohibido. Dentro de la señal un pelo con su raíz. El pelo se dibuja dentro de la señal igual que las ratas o cucarachas se dibujan dentro de igual señal en los envases de veneno que se venden para erradicar estas plagas. El mismo símbolo que otras empresas usan para ofrecer el servicio de desratización o desinsectación . La plaga a combatir es el pelo. ¡Con lo orgullosos que nos sentíamos de ellos cuando empezaron a aparecer en nuestra pubertad! Como todo anuncio publicitario, trata de vender un producto o servicio, en este caso es la eliminación permanente del vello corporal. Se ofrecen a acicalar a los más peludos DEMONIOS. Sí no ha sido suficiente el identificar a vello con plaga dañina, de propina llama demonios (y lo enfatiza poniéndolo en mayúsculas) a los que son peludos. En contraposición a los demonios están los angelitos (en el dibujo más bien angelitas, aunque se supone que no tienen sexo) que te resolverán el demoníaco problema que tienes con los pelos. El mensaje publicitario se lo hace llegar al cliente, el velludo, con cierta envoltura humorística. Tengo la sensación de que al ilustrador del anuncio no le deben de caer nada mal los pelos. Ha dibujado un demonio peludo con una cara simpática, potentes piernas con buenos gemelos y un buen culo, que en lugar de dar repulsión da morbo.

lunes, noviembre 14, 2005


MODAS Y MARCAS

¿Qué hace que desechemos una camisa que tiene el cuello algo rozado y, por el contrario, mucha gente compre una camisa nueva con apariencia de vieja y que, además, pague por ella más de lo que se paga por una que no tiene esa apariencia? ¿Por qué dejamos de usar en público un pantalón al que le ha caído una gota de lejía y otras personas los adquieren visiblemente desteñidos o rotos ya de fábrica? ¿Quién le pone en estos tiempos a una prenda un parche o le hace un zurcido para prolongar su uso? ¿Qué razón hay para que polos con parches y remiendos llenen los escaparates de las tiendas? Estas aparentes contradicciones deben de tener más de una explicación. Supongo que los diferentes estudiosos de estos temas, sociólogos entre otros, ya habrán estudiado y llegado a conclusiones sobre el por qué. Me voy a permitir hacer públicas mis reflexiones, aunque no sea un entendido en la materia y, por lo tanto, sin saber de ella, y confiando en que nadie me suelte a modo de insulto y por hablar de lo que no sé un ¡anda que pareces un tertuliano de radio o de televisión!

Cuando llegué a Sydney observé que la mayoría de los varones que usaban polos los llevaban con el cuello levantado. Creo no equivocarme si digo que el 90% de los que usan esta prenda, de uso masivo aquí, lo hacen con el cuello levantado. No sé si en España también ha ocurrido este fenómeno en los últimos meses, tengo que bucear en mi disco duro para acordarme de cuellos levantados y remitirme a los lejanos tiempos de los “travoltas”, cuando las camisas con el cuello levantado y muchas de ellas con sus faldones anudados a la altura del ombligo, hacían furor en las discotecas de pueblo.

¿Cómo explicarse que tantas personas de diferente extracción social, cultural, étnica, de tipo físico, desde los más delgados a los más gordos y de todas las edades, y casi al unísono de la noche a la mañana se levanten el cuello de sus polos? Son modas. Unas modas que no tienen nada que ver con la Moda. La Moda es otra cosa, es trabajo serio, diseño, innovación y creatividad. Crear moda, como cualquier otra faceta creativa o artística, es privilegio de muy pocos, porque pocos han sido tocados por el dedo de la genialidad.

Las modas como la del cuello del polo levantado, los pantalones rajados, desteñidos o con sus bajos andrajosos, las pulseritas de goma o la exhibición de la marca (hubo un tiempo que si a alguien se le veía la marca de la prenda se le advertía: ¡que se te ve la etiqueta!; ahora algunas personas parecen hombres anuncios igual que los que se ven con una tabla en la espalda y otra delante anunciando productos o servicios, con la diferencia de que los seguidores de estas marcas no cobran por publicitarlas) por sólo poner unos ejemplos de modas absurdas y pueriles, son creadas por los propietarios de las marcas, por sus publicistas y con la complicidad de los famosos que, a cambio de ingentes cantidades de dinero, convencen a gran parte de los consumidores, y muy especialmente a los jóvenes, de que es fácil llegar al éxito: sólo necesitan comprar determinado producto. Los futbolistas y otros deportistas de élite, que también se han convertido en marca registrada, se prestan al engaño al hacer creer que no es el esfuerzo, la dedicación o las cualidades innatas las que hacen que se mejoren las marcas deportivas, se ganen títulos y se consiga el reconocimiento profesional y social. Compra esta marca que es la que yo uso, viste como yo, copia mi corte de pelo, mira la hora en un reloj como el mío y serás como yo, un triunfador. Mensaje burdo que sólo debería ser creído por borregos descerebrados que, por el enorme seguimiento que tienen estas modas, debemos ser muchos. Evidentemente, cada uno es libre de vestir como quiera o pueda, pero, eso sí, algunas veces las modas consiguen resaltar nuestra fealdad.

jueves, noviembre 10, 2005


CHANCLAS, PIES DESCALZOS, CAMINOS

Una de las cosas que más me sorprendieron cuando empecé a recorrerme la ciudad de Sydney y observar a sus gentes fue ver a una gran cantidad de personas que usaban chanclas. Este calzado que en España sólo suele usarse para la playa, piscina, para estar en casa y en las saunas, aquí lo usan para andar por las calles, para ir a las tiendas y también cuando van de copas a los bares de ambiente. Para mí es un calzado incomodo y nada apto para la ciudad, pero aquí su uso está muy generalizado, salvo en las saunas que no te ofrecen nada para calzarte. Cosa nada recomendable, no están los tiempos para ir descalzo pisando fluidos de otros, ya tendré tiempo de escribir sobre las saunas.

Cuando digo que las chanclas aquí se usan mucho no me refiero en las zonas cercanas a la playa o en parques, no, me refiero para andar sobre el asfalto, por las aceras. Pero lo más sorprendente es que también se ve mucha gente descalza, con los zapatos en las manos o metidos en la mochila. No estoy hablando de churumbeles en una urbanización de chavolas, no, hablo de gente que va o viene de sus trabajos o pasean por el centro de la ciudad. Empecé a verlo en invierno cuando llegué, ahora en primavera aún es más generalizado.

En la City no se ven muchos perros, así que no existe mucho peligro de pisar una caca de can (suena bonito “cacadecán”), pero sí algún otro fluido que mana de alguna nariz o boca. Esta es otra de las cosas que me resultó sorprendente, que en un país moderno y civilizado se arrojara a la acera estos desechos con tanta alegría y desparpajo, muy especialmente por la comunidad oriental, chinos principalmente, aunque también por los anglosajones mayores o de mediana edad. No exagero, tanto es así, que he leído en la entrada de algún centro comercial o supermercado el letrerito de “prohibido escupir”, igual a los que se ponían en las tabernas españolas junto al de “se prohíbe cantar”.

Estos comportamientos no me los esperaba en un país desarrollado. Más me recordaban a Marruecos, donde en más de una ocasión, mientras comía en algún humilde restaurante de la medina de alguna ciudad, he tenido que soportar la higiene bucal y los gargarismos de alguno de nuestros vecinos del sur en el lavabo que suele haber en el mismo comedor y a un metro de mi sopa de habas. Así que no es nada raro oír y hasta ver una sinfonía expectoral mientras meas en algún servicio público. De verdad que no tenía ninguna intención de que esta entrada fuera así, pero así ha salido, no tengo ninguna parafilia relacionada con los desechos o fluidos orgánicos.

Estas chanclas, que tanto se usan aquí, han servido de inspiración para que un grupo de artistas, capitaneados por Philippa Playford, artista de Sydney, haya realizado una instalación interactiva con participación del público. Se trataba de que las personas que se acercaban a la instalación pintaran o escribieran en las propias chanclas sus reflexiones sobre los viajes, las migraciones y las exploraciones. Estas chanclas eran unidas unas tras otras y depositadas en la explanada que hay delante de la Customs House en Circular Quay, Sydney. Cientos de personas dejaron sus impresiones sobre sus propios viajes y sus historias. Había algunas que añoraban su tierra y otras que contaban lo bien que se lo estaban pasando y, ya que la jodienda no tiene enmienda, alguno escribió lo buenas que están las tías de determinado lugar. Gente de muchas partes del mundo, que se acercaron a la instalación, se prestaron a colaborar con este proyecto artístico, unos con más habilidad creativa que otros. A mí me ofrecieron que pintara una y lo hice. Relacioné viajes con caminos y me acordé del poema de Antonio Machado “Caminate no hay camino…”. Como lo escribí de memoria olvide un verso. El resultado de la instalación me resultó bastante interesante, algunas de las chanclas quedaron bastante artísticas, no la mía precisamente.

lunes, noviembre 07, 2005


ABORÍGENES

Cuando era seguro que me vendría a Australia por un año, empecé a imaginarme cómo sería mi vida en “Terra Australis”. Me hice películas mentales, entre ellas que como guiri sería novedad en los sitios de ambiente. Sabía que eran relativamente muy pocos los españoles que residían en Australia e incluso quizá podía parecer hasta exótico para algunos. Al poco tiempo de pisar estas tierras me di cuenta de que aquí todo el mundo es guiri, salvo, claro está, los aborígenes. Al menos en Sydney es muy difícil ser exótico. El origen de uno pasa completamente desapercibido, ya que, como he dicho antes, aquí todo el mundo es guiri y hay gente de todas partes. Así que como no me vista de lagarterana o de fallera mayor no voy a llamar la atención por el hecho de ser guiri. Aquí lo únicos que de verdad no son guiris son los que los europeos llaman aborígenes. Pero hagamos un poco de historia. Como no soy historiador la voy a contar a mi manera.

Los ingleses en el Siglo XVIII tuvieron la idea de exportar a sus presos, convictos les llamaban. Parece que lo hacían enviándolos a las colonias que poseían en América del Norte, pero debido a la Guerra de la Independencia de lo que hoy es USA, no tenían mucho sitio a donde mandarlos. Así que a alguien en Londres se le ocurrió empezar a enviarlos a unas tierras que según los informes de aquella época no tenían ningún valor, que había declarado inglesas tras su desembarco en ellas el marino inglés James Cook en 1770. Resumiendo, que en 1788 llegó la primera flota inglesa cargada de convictos y soldados, en total unas 1.400 personas, estableciendo una colonia penitenciaria en lo que hoy es Sydney. Yo no sé si el turismo estaba algo desarrollado en aquella época, ya que si fuera así no me extrañaría nada que alguien de la corte inglesa para marcarse un tanto con Su Graciosa Majestad (Jorge III se llamaba el gracioso) hubiera dicho “Majestad, si mandamos los presos a Australia, podremos vaciar la Torre de Londres y la llenamos de turistas japoneses, ponemos un uniforme mono a los guardias, como el de la botella de ginebra, y a recaudar dinero con la entrada”.

Los primeros colonos se encontraron con un problema, esas tierras eran de unos señores que llevaban allí más de 40.000 años, los aborígenes les llamaron, y que no estaban por la labor. Ya sabemos todos lo que pasa cuando un gobierno quiere poner una cárcel o un centro de desintoxicación sin contar con el consenso de los habitantes de la zona, que temerosos de que sus pisos pierdan valor se echan a la calle en protesta. Aquí parece que los colonos no convencieron a los aborígenes de lo bueno que era poseer pasaporte británico y, de paso, abrazar la religión cristiana y como no accedieron amablemente a regalarles sus tierras, pasaron por las armas o envenenaron masivamente a la población aborigen. Con los colonos también viajaban enfermedades que los aborígenes no conocían y contra las que estaban indefensos, enfermedades que ayudaron a completar la masacre y en poco tiempo se cargaron al 80% de los milenarios habitantes de Australia.

Las potencias colonizadoras cristianas, incluida la española, han usado diferentes métodos para colonizar. Siempre se ayudaban de las armas, de la religión y de los modistos. Sí, de los modistos. Parece que no había expedición militar que no llevara a sus sacerdotes y modistos. Estaban obsesionados por coger un trozo de tela y poner un taparrabos a los nativos, que llevaban miles de años con sus pinganillos al aire. Así que detrás de la espada y la cruz llegaban unos señores con tela, aguja e hilo. No sé si en aquellas épocas ya les llamaban modistos o diseñadores. En África, a los varones les ponían el taparrabos, los organizaban en agrupaciones de coros y danzas y a saltar delante de las cámaras de documentales para televisión. Para ellas, los modistos cosían cuatro telas para taparles las tetas y hacerles una faldita plisada hasta por debajo de la rodilla, un corte de pelo a lo “garçon” y ya tenemos el autentico look catequista.

Aquellos años del comienzo de la presencia europea en Australia debieron de ser muy duros. Los convictos, en su mayor parte ladrones, marineros desertores y opositores irlandeses, e imagino que muchos inocentes, tenían que trabajar para los terratenientes europeos. Estos convictos fueron determinantes en los orígenes de Australia. Hasta 1852 el gobierno británico siguió enviando presos a Australia, se calcula que al menos 150.000 habían sido ya enviados hasta esa fecha. Se cree que la población aborigen antes de la llegada de los europeos rondaba el millón de personas, ahora no llegan a doscientos mil. Dejemos atrás la historia.

Por toda Australia, y especialmente en la ciudades importantes y de tirón turístico, se ven millones de artículos con el marchamo de Arte Aborigen. Los objetos que de verdad son arte aborigen y están realizados artesanalmente son caros. Si puedes comprar algo aborigen por varios dólares probablemente sea “Made in China”. Para hacerse una idea de lo que es el arte aborigen lo mejor es visitar los museos públicos, casi todos ellos cuentan con salas dedicadas al arte aborigen. Entre los artículos más usuales se encuentra el “didgeridoo”, un instrumento musical muy simple, ya que es un tronco o rama fino y alargado (los hay de diferentes medidas) y que esta hueco. Se supone que los auténticos han sido ahuecados por termitas, después son quemados por dentro y decorados por fuera con vistosas pinturas. En Sydney, en el Outback Centre de Darling Harbour hacen demostraciones, con un bonito show gratis, de cómo hay que soplar para que suene el didgeridoo. Allí también se pueden comprar los populares boomerang, pero si lo que se busca es un souvenir barato, que parezca arte aborigen, lo mejor es comprarlo en el Market City de Chinatown.

JET LAG

Como contaba en mi anterior entrada, después de muchos años queriendo llevar vida de guiri por fin lo voy a conseguir. Voy a intentar llevar vida de guiri en Australia, y será Sydney, la capital del estado de Nueva Gales del Sur (NSW), mi ciudad de residencia. Para empezar mi vida de guiri he tenido que viajar desde Almería a Sydney. Algunos dirán que me he ido muy lejos, que si para vivir mi experiencia de vida guiri no podía haberme ido más cerca, pongamos por caso a Faro, Portugal. Pues sí, podía haberlo hecho. En teoría, supongo que un español en Portugal es un guiri, igual que lo debe de ser un portugués en España, pero nunca oí esa expresión para referirse a un portugués. Será cosa de la fraternal vecindad. Se me presentó la oportunidad de que fuera Australia y aquí estoy.
Para llegar a las antípodas, a la tierra “down under”, he tenido que hacer un largo viaje desde Almería. Como treinta horas metido en aviones. Almería-Madrid-Londres-Singapur-Sydney fue el trayecto. Viaje pesado, pero afortunadamente sin contratiempos. Algo apurado de tiempo para embarcar en el Londres-Singapur, ya que llegábamos con retraso. British nos puso un vehículo al desembarcar en Londres que nos llevó hasta el embarque para Singapur. En el vuelo había también algunos periodistas y cámaras de TV españoles que se dirigían a Singapur para informar de la reunión del COI en donde se decidía qué ciudad albergaría los Juegos Olímpicos de 2012. Como ya saben, fue Londres la ciudad elegida. La escala técnica en Singapur duro como dos horas. Al organizar el viaje no caí en la posibilidad de pasar dos o tres día en Singapur, cosa que recomiendo tengan en cuenta los que hagan este viaje, ya que además de hacerlo menos pesado, permite conocer otro lugar con sólo el coste del alojamiento. Espero hacerlo a la vuelta. La zona de tránsito en donde estábamos no era muy amplia, llena de tiendas duty free. Los precios me parecieron más caros de lo que yo esperaba en cámaras y accesorios fotográficos. Un amigo que estuvo unos días en Singapur me comentó que en las tiendas de la ciudad se encuentran más baratos estos artículos que en el duty free del aeropuerto, así que quien haga el viaje con estancia en Singapur mejor vea los precios que hay fuera del aeropuerto. Singapur tiene fama de ser uno de los países más limpios del mundo. Si al regreso hago parada de unos días ya podré comprobarlo. De lo que sí doy fe es que los servicios del aeropuerto están como “chorros de oro”. Tan limpios que no se puede mear tranquilo sin que el operario de limpieza pase entre tus pies la fregona mientras meas y observas al mismo tiempo lo limpio que están los demás orinales adosados a la pared y sin separación que hay a los lados. Después de curiosear por las tiendas (sólo compré una botella de vino oloroso español para regalársela a quien iba a esperarme al aeropuerto de Sydney) de nuevo me embarqué con destino a Australia.
A las siete de la mañana del día tres de julio pisé tierra australiana. Nos esperaba Phil, un contacto que había hecho a través del chat bearwww, que amablemente se ofreció a llevarnos al hotel donde pasaríamos la primera semana hasta encontrar apartamento. Después de pasar los trámites aduaneros (son bastantes meticulosos a la hora de repasar equipajes) nos fuimos a la salida donde Phil nos esperaba con un cartelito con nuestros nombres. Una vez realizadas las presentaciones con los habituales besuqueos nos dirigimos al aparcamiento donde tenía su coche. Yo me fui flechado al asiento del conductor, no había caído que aquí, que se conduce por la izquierda, lógicamente el asiento del copiloto se encuentra en el lado contrario que en España. La habitación del hotel no estaría disponible hasta las doce o la una, así que dejamos las maletas en recepción y nos encaminamos a la calle. Nuestro amigo se tenía que marchar y nosotros después de dar varias vueltas nos fuimos a tomar un café a la zona gay. Serían las nueve de la mañana del domingo día 3 y me sorprendió ver cómo la gente entraba y salía animadamente de las discos y de los bares que estaban abiertos, yo no sabía entonces que aquí están las 24 horas abiertos. Ya comentaré las primeras impresiones que me produjo Sydney, pero en esta entrada quiero hablar sobre el jet lag.
Parece que nadie ha podido sintetizar en un par de palabras en castellano lo que en inglés se denomina jet lag. Por este anglicismo se conoce al "síndrome de desincronización ligado a la diferencia de horario para los viajeros trans… mediterráneos, oceánicos o continentales aéreos". Sinteticen, Sinteticen. Así que nos quedamos con la expresión en inglés jet lag. He navegado en la red para buscar alguna información sobre las razones fisiológicas de este padecimiento que poco más o menos se debe a que “hay un gran número de ritmos biológicos que están sujetos al ritmo circadiano”. Vamos, que nuestro reloj biológico no es tan fácil de cambiar como lo hacemos con nuestros relojes, que tan sólo con mover las manecillas están listos. Salí de España siendo verano, aquí era invierno y había una diferencia de 8 horas. Según los expertos “después de una diferencia horaria de 6 horas, se necesitan al menos de 2 a 3 días para reajustar el ritmo de las temperaturas y varias semanas más para la adaptación de algunos ritmos hormonales”. Pero a mí lo que más me preocupo saber es que “el jet lag acarrea una reducción de las marcas deportivas”, y eso no me agrada nada, no quiero que mis “marcas” se reduzcan. Supongo que a cada persona le puede afectar de diferente manera el jet lag. En mi caso, que soy de mal dormir, me afectó con problemas para conciliar el sueño durante bastantes días. Así que si a alguien se le ocurre venir desde España a pasar una semanita de vacaciones, a parte de lo largo, pesado y caro que puede ser el viaje me temo que va a estar como un zombi.
Como ya he dicho, siempre he sido de mal dormir, en algunas circunstancias especialmente estresantes que he pasado en mi vida he tenido que recurrir a medicamentos hipnóticos o sedantes recetados por médicos. Aquí en Sydney el mal dormir se me agudizaba debido al jet lag. La solución la encontré en Chinatown (tendré que escribir sobre esta zona de Sydney que a mí me encanta) donde vive y trabaja una gran población asiática. Uno de los días que paseaba por Chinatown se me ocurrió entrar en una herboristería y farmacia de medicina tradicional china (aquí, salvo aspirinas, paracetamol o algún otro medicamento, no te venden nada sin receta médica en las farmacias, imposible conseguir unos antibióticos para una infección de garganta sin pasar por la consulta del médico). Me atendió una señora china, le expliqué mi problema y me vendió unas cápsulas. Me dijo que me tomara una antes de irme a la cama. La caja era de cartón verde brillante, escrita en caracteres chinos y más se parecía al envoltorio de una baraja de naipes. El prospecto en inglés, chino y francés. Lo escrito no tiene desperdicio, hago una sinopsis con traducción libre del prospecto: “Es una antigua receta de la región china de Guangdong, parece que se ha trasmitido desde tiempos de la dinastía Tang, esta dinastía reino desde 618 al 907 de nuestra era, es un extracto de alta concentración de plantas utilizadas como hipnóticas y sedativas. Sirve para enriquecer y dar energía a la sangre y al corazón, tranquiliza el espíritu y aclara las ideas, estimula el apetito y favorece el metabolismo, ¡actualmente no hay nada mejor para la neurastenia! Esta indicado para (sólo indico una pequeña parte de la larga lista): insomnio neurasténico, anemia, dolor de cabeza, palpitaciones, amnesia, esquizofrenia… y todos los demás padecimientos producidos por la neurastenia”. ¡Acababa de comprar 12 cápsulas de la poción mágica por tan sólo 3,5 euros! ¡Y sin receta! ¡Y la gente de occidente tomando Prozac! Cuando leí el prospecto me lo tomé a cachondeo, me recordó a los antiguos charlatanes de feria que vendían elixires milagrosos para todo. Llego la hora de dormir, me tomé una y, amigos… dormí de un tirón y me levante sin el embotamiento que suelen producir los hipnóticos tipo lormetazepam. Para mí ha sido mano de santo, no sé de cual ya que desconozco el santoral chino. No me atrevo a recomendárselo a nadie ya que quizá a otros no les sirva o les perjudique. Como no me lo podía creer, cuando fui a comprar la segunda caja hablé con la señora china y le dije que me preocupaba que el medicamento tuviera algún tipo de droga, como barbitúricos, ya que no quería caer en dependencia o en los posibles efectos secundarios. Me garantizó que todo era natural, plantas y semillas tal como indica el prospecto y que estuviera tranquilo. Así que de momento un viva por la farmacopea tradicional china.

miércoles, noviembre 02, 2005

VIDA GUIRI

Siempre he querido ser guiri, mejor dicho, llevar vida de guiri. Cuando yo era un jovenzuelo envidiaba la vida que se pegaban los guiris en mi Sevilla natal. Yo los veía sentados en las terrazas de los bares bebiendo botellas de vino blanco que les ponían en cubileteros con hielo, cosa fina en aquella época y al alcance de pocos, ya que sólo lo servían así en sitios elegantes y nunca en los bares de barrios populares que yo frecuentaba. Me quedaba atónito al observar que se podían permitir largas vacaciones en países extranjeros, beber sin freno, comer en restaurantes y dormir en hoteles. Me maravillaba la elegancia con que soportaban las clavadas de precios, abultamientos de facturas y otras formas de currarlos, que los camareros y otros profesionales del sector hostelero les infringían y además ¡daban propinas! Hablo de cuando yo tenía quince años, en las postrimerías del franquismo en una Sevilla que empezaba a despegar del subdesarrollo pero que aún le quedaba mucho “pa la Expo”. Entonces yo pensaba que realmente en guirilandia ataban a los perros con longanizas. Claro, yo entonces no sabía nada de las fluctuaciones de las divisas y lo barato que le suponía a un guiri centroeuropeo o norteamericano pasar unas vacaciones en España. Tener vida guiri no es pasar tres días en una ciudad con un viaje organizado o por libre. No, tener vida guiri es pasar una larga temporada en una ciudad, intentar adaptarte a la vida de sus gentes, hacer amigos locales, chapurrear el idioma y participar en los festejos populares. Perder la vergüenza e intentar usar ciertas expresiones locales. El máximo nivel de guiri que puede alcanzar el extranjero en España es cuando, en español, se refiere a sí mismo como guiri. También se tiene gran nivel de guiri cuando se viste con el traje regional, aunque sólo sea un detalle de la vestimenta en las festividades de los nativos. Inenarrable la imagen del guiri con sombrero cordobés de cartón y clavel en la solapa pidiendo una botella de manzanilla en una típica bodega en la zona del Arenal de Sevilla, dirigiéndose al camarero de esa guisa y con un acento de quién sabe dónde: “Amigo, pongo una botellia de manzanilla con una gacioncita de la pata negra del jamon bien desparchado…”, rodeado de colegas locales que acaba de conocer y que le jalean la gracia: ¡Qué arte tiene el guiri! Y, para que no falte nada en el cuadro, un gitanito buscavidas aporreando una guitarra y que también se apunta al fiestorro. Esta imagen ya no se da con frecuencia debido a que, aunque el guiri siga siendo guiri, la peseta ya no es la moneda a gastar.
Como decía al principio, yo siempre he querido llevar vida de guiri. Cuando pasé de la adolescencia a tener picores en la entrepierna, a mí me daba mucho coraje que cuando entraba un guiri en el bar de ambiente que yo frecuentaba, ahora hablo de los años 78-80, muchos de los tipos a los que yo pretendía ligar le dirigían toda la atención. No sólo era porque el guiri fuera guapo, alto, rubio o moreno exótico, con dentadura de anuncio de dentífrico y vistiera a la última, marcando paquete y un culo que pedía un homenaje. No, querían ligarlo porque era guiri. Y a mí me daba mucho coraje no serlo.
Mi primer revolcón completo con un guiri sería cuando yo tenía alrededor de 22 años. Lo conocí en un pub de Sevilla. Mi modestia no me impide decir que yo no fui detrás de él, fue él quien vino a mí. La noche que lo conocí no hicimos nada, él se quería retirar temprano para madrugar y hacer turismo. Quedamos citados para el día siguiente por la tarde, en una céntrica cafetería. Nos tomamos un par de cervezas y me propuso que fuéramos a su hotel y yo acepté. El tenía más o menos mi edad, era alemán y hablaba el suficiente español como para que nos entendiéramos medianamente. En aquella época yo apenas había viajado al extranjero, sólo a Portugal, y mi inglés eran cuatro frases hechas. Este último aspecto tampoco ha mejorado mucho. Su hotel, sin ser de lujo, era más que aceptable, pasamos muy buen rato y después me dijo que le gustaría cenar conmigo, que él me invitaba. Acepte la invitación después de hacerme rogar algo, aunque yo estaba deseando. Como ya he dicho, yo y muchos en aquella época de mi adolescencia y primera juventud, pensábamos que en el extranjero todo era maravilloso, mucha libertad, mucho sexo y un nivel de vida extraordinario casi sin trabajar, ya que todo lo hacían las máquinas, y en España había que sudar. Situación que alentaban nuestros familiares emigrados que cuando venían de vacaciones nos contaban que pasando los Pirineos se vivía de maravilla. Supongo que se ahorraban contarnos las penalidades que algunos pasaban para no preocupar a la familia que se quedaba aquí. O algún amigo más lanzado que se iba a Londres diciéndole a sus padres que era para estudiar inglés y lo que realmente estudiaba era la anatomía de los ingleses. Cuando venían a España nos contaban maravillas olvidándose de decirnos que trabajaban 10 horas diarias fregando platos en un cutre restaurante del Soho y viviendo en un cuchitril. Pero guirilandia era fantástica y se follaba a reventar, así que más ganas nos entraba de llevar vida de guiri. Evidentemente, se vivía mucho mejor en la Europa democrática que en la España franquista. Pues eso, yo pensaba que en guirilandia se ataban los perros con longanizas, pero cuando empecé a follar con guiris también empecé a comprender que en muchos casos se ataban con mortadela de la barata.
En la sobremesa de la cena, Andrea (como en éste, en muchos casos pondré nombres imaginados para conservar el anonimato de algunas de las personas que mencionaré en mi bitácora) me contó que iba a estar un mes por España, y que visitaba varias ciudades. Que además de alemán hablaba inglés y francés correctamente y que se defendía en italiano y español. Que conocía casi todos los países de Europa occidental y que también había estado en Nueva York. Eso con veintitrés años. Yo alucinaba y me apenaba no ser guiri. Pensaba para mis adentros que me acababa de follar al hijo de algún magnate de la industria pesada alemana, o a algún aristócrata. Pero mi sorpresa fue el saber que trabajaba de mozo de almacén en una fábrica de aceros. Mira, no me equivoqué del todo, algo tenía que ver con la industria pesada. Que se levantaba a las cinco de la mañana y que por la tarde estudiaba ingeniería. Durante todo un año ahorraba y en sus vacaciones hacia estos viajes, y que en España el nivel de vida permitía algunos lujos. Así que no era todo de color de rosas, hacia falta esfuerzo y, evidentemente, unos mejores salarios para poder llevar vida de guiri.
Ahora, yo, después de tantos años anhelando llevar vida de guiri, por fin lo voy a poder hacer y nada menos que ser guiri en las antípodas y aunque ya he aprendido que la longaniza está muy buena en los guisos y en los bocadillos y no sirve para atar perros, me hace mucha ilusión ser guiri. Ya iré contando.
Introducción.
Esta página blog la he creado con la idea de que mis amigos y conocidos estén al tanto de mis viajes y conozcan mis impresiones, anécdotas y algunas vivencias que deseo compartir. Son mis impresiones, mis sensaciones, lo que yo percibo y por lo tanto absolutamente subjetivas, así que no pretendo hacer creer que lo que aquí cuente y como yo lo percibo sea la única manera de verlo. Yo veo con mis ojos y en muchas ocasiones mis ojos se ayudan de una cámara fotográfica. Voy a tratar de que esta bitácora sea amena, tarea difícil, lo sé. Será un poco de diario, algo de guía turística y en lo que pueda intentaré que sirva para que otros viajeros que recorran los mismo caminos que yo tengan alguna información adicional. Esta blog puede contener material, fotos y textos, no apto para menores, por eso la he catalogado para adultos, así que si eres menor no debes de seguir leyendo. Como gay, algunas de las anécdotas e informaciones que plasmaré aquí tendrán un componente homo erótico. Mi edad y mi físico, así como lo que me gusta para divertirme condiciona el tipo de viaje que hago, los sitios que frecuento y con la gente que me reúno, ya sea para tomar un café o para pegarme un revolcón. Espero que esta introducción sea lo más serio que escriba y a partir de aquí sea más divertida, que para el insomnio hay pastillitas. Daros por besados.