lunes, noviembre 07, 2005


ABORÍGENES

Cuando era seguro que me vendría a Australia por un año, empecé a imaginarme cómo sería mi vida en “Terra Australis”. Me hice películas mentales, entre ellas que como guiri sería novedad en los sitios de ambiente. Sabía que eran relativamente muy pocos los españoles que residían en Australia e incluso quizá podía parecer hasta exótico para algunos. Al poco tiempo de pisar estas tierras me di cuenta de que aquí todo el mundo es guiri, salvo, claro está, los aborígenes. Al menos en Sydney es muy difícil ser exótico. El origen de uno pasa completamente desapercibido, ya que, como he dicho antes, aquí todo el mundo es guiri y hay gente de todas partes. Así que como no me vista de lagarterana o de fallera mayor no voy a llamar la atención por el hecho de ser guiri. Aquí lo únicos que de verdad no son guiris son los que los europeos llaman aborígenes. Pero hagamos un poco de historia. Como no soy historiador la voy a contar a mi manera.

Los ingleses en el Siglo XVIII tuvieron la idea de exportar a sus presos, convictos les llamaban. Parece que lo hacían enviándolos a las colonias que poseían en América del Norte, pero debido a la Guerra de la Independencia de lo que hoy es USA, no tenían mucho sitio a donde mandarlos. Así que a alguien en Londres se le ocurrió empezar a enviarlos a unas tierras que según los informes de aquella época no tenían ningún valor, que había declarado inglesas tras su desembarco en ellas el marino inglés James Cook en 1770. Resumiendo, que en 1788 llegó la primera flota inglesa cargada de convictos y soldados, en total unas 1.400 personas, estableciendo una colonia penitenciaria en lo que hoy es Sydney. Yo no sé si el turismo estaba algo desarrollado en aquella época, ya que si fuera así no me extrañaría nada que alguien de la corte inglesa para marcarse un tanto con Su Graciosa Majestad (Jorge III se llamaba el gracioso) hubiera dicho “Majestad, si mandamos los presos a Australia, podremos vaciar la Torre de Londres y la llenamos de turistas japoneses, ponemos un uniforme mono a los guardias, como el de la botella de ginebra, y a recaudar dinero con la entrada”.

Los primeros colonos se encontraron con un problema, esas tierras eran de unos señores que llevaban allí más de 40.000 años, los aborígenes les llamaron, y que no estaban por la labor. Ya sabemos todos lo que pasa cuando un gobierno quiere poner una cárcel o un centro de desintoxicación sin contar con el consenso de los habitantes de la zona, que temerosos de que sus pisos pierdan valor se echan a la calle en protesta. Aquí parece que los colonos no convencieron a los aborígenes de lo bueno que era poseer pasaporte británico y, de paso, abrazar la religión cristiana y como no accedieron amablemente a regalarles sus tierras, pasaron por las armas o envenenaron masivamente a la población aborigen. Con los colonos también viajaban enfermedades que los aborígenes no conocían y contra las que estaban indefensos, enfermedades que ayudaron a completar la masacre y en poco tiempo se cargaron al 80% de los milenarios habitantes de Australia.

Las potencias colonizadoras cristianas, incluida la española, han usado diferentes métodos para colonizar. Siempre se ayudaban de las armas, de la religión y de los modistos. Sí, de los modistos. Parece que no había expedición militar que no llevara a sus sacerdotes y modistos. Estaban obsesionados por coger un trozo de tela y poner un taparrabos a los nativos, que llevaban miles de años con sus pinganillos al aire. Así que detrás de la espada y la cruz llegaban unos señores con tela, aguja e hilo. No sé si en aquellas épocas ya les llamaban modistos o diseñadores. En África, a los varones les ponían el taparrabos, los organizaban en agrupaciones de coros y danzas y a saltar delante de las cámaras de documentales para televisión. Para ellas, los modistos cosían cuatro telas para taparles las tetas y hacerles una faldita plisada hasta por debajo de la rodilla, un corte de pelo a lo “garçon” y ya tenemos el autentico look catequista.

Aquellos años del comienzo de la presencia europea en Australia debieron de ser muy duros. Los convictos, en su mayor parte ladrones, marineros desertores y opositores irlandeses, e imagino que muchos inocentes, tenían que trabajar para los terratenientes europeos. Estos convictos fueron determinantes en los orígenes de Australia. Hasta 1852 el gobierno británico siguió enviando presos a Australia, se calcula que al menos 150.000 habían sido ya enviados hasta esa fecha. Se cree que la población aborigen antes de la llegada de los europeos rondaba el millón de personas, ahora no llegan a doscientos mil. Dejemos atrás la historia.

Por toda Australia, y especialmente en la ciudades importantes y de tirón turístico, se ven millones de artículos con el marchamo de Arte Aborigen. Los objetos que de verdad son arte aborigen y están realizados artesanalmente son caros. Si puedes comprar algo aborigen por varios dólares probablemente sea “Made in China”. Para hacerse una idea de lo que es el arte aborigen lo mejor es visitar los museos públicos, casi todos ellos cuentan con salas dedicadas al arte aborigen. Entre los artículos más usuales se encuentra el “didgeridoo”, un instrumento musical muy simple, ya que es un tronco o rama fino y alargado (los hay de diferentes medidas) y que esta hueco. Se supone que los auténticos han sido ahuecados por termitas, después son quemados por dentro y decorados por fuera con vistosas pinturas. En Sydney, en el Outback Centre de Darling Harbour hacen demostraciones, con un bonito show gratis, de cómo hay que soplar para que suene el didgeridoo. Allí también se pueden comprar los populares boomerang, pero si lo que se busca es un souvenir barato, que parezca arte aborigen, lo mejor es comprarlo en el Market City de Chinatown.

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